La industria automotriz venía enfrentando desafíos considerables, y Toyota se encontraba en una posición precaria. Sin embargo, en lugar de rendirse, la compañía japonesa optó por innovar. El resultado fue un enfoque radicalmente nuevo en la fabricación y la gestión empresarial.

En 1973 Toyota promovió una cultura de escucha activa a los empleados, quienes tenían la libertad de detener el proceso de fabricación si detectaban un defecto en la linea de producción. Esto permitió identificar y solucionar problemas de manera rápida y eficiente, evitando costosos errores a largo plazo.

El modelo Toyota demostró que la innovación continua y la adaptación son la clave para sobrevivir y prosperar en un mercado en constante evolución. Esta lección sigue siendo relevante hoy en día y sigue inspirando a las empresas a aprender, mejorar y centrarse en las necesidades de sus clientes.